Por EL SADE
Entré, saludé, me puse la corbata, me senté, y miré, siguiendo automáticamente, y a la perfección, ese ritual con el que fui guionado
hace varios años. Porque si hay algo que no se espera de un empleado judicial
es la improvisación. Salirse del guión no solo pone en riesgo al aventurero que
se embarque en esa misión. Apartarse de las líneas de conducta puede hacer
tambalear a todo el sistema.
Como venía contando, miré. Miré y noté. Noté y
desesperé. Miré otra vez y pregunté a los gritos. ¿El clip verde? ¿Quién
carajo tiene mi clip verde? No obtuve respuesta. Quisiera decir que alguien se
hizo de eco de mi preocupación pero no. ¿A quien carajo le puede interesar un
clip verde? A mí.
Busqué, revolví basura, abrí expedientes uno por uno y
los repasé hoja por hoja. Vacié cajones, míos y ajenos. Pregunté, interrogué, y
finalmente supliqué. Ni noticias del clip verde.
Pasadas las horas me puse con lo mío y, ya sin mi talismán, hice menos justicia que nunca. Me olvidé de la gente que se encontraba detrás de los
expedientes. Pasé al olvido esa sapiencia de que un penal es el lugar más
horrible del mundo, al que solo tendrían que ir los que hicieron las atrocidades más
horribles. Puse parámetros inalcanzables para quienes quisieran
justificar su inocencia.
Y cuando casi terminaba el día, lo ví. Ahí colgadito al
borde del abismo. Me acerqué despacio a la ventana, y antes de que un viento
medio traicionero lo llevara al olvido, lo pude agarrar. ¿Qué carajo hacía ahí? Tal vez estaba tratando de volver al mundo del que lo secuestré. No lo sé.
Pero con solo tocarlo todas las fuerzas del talismán
volvieron a mí. Rompí las barbaridades que había escrito, y las cambié por otras
mucho más sensatas. Menos racionales y más emocionales. Me salí del guión, una y
otra vez, sin temor y sabiendo que estaba en lo correcto.
Tomé el clip verde y, para evitar futuras
sorpresas, lo pegué con cinta a la foto de mi familia que estaba arriba del
escritorio.
No, no, no estoy loco. Si ustedes trabajaran acá, se
darían cuenta qué tan rápido los empleados y funcionarios judiciales se olvidan
de los demás. Un expediente es un número, un preso una cosa, una víctima un “se
lo buscó”, algunos abogados unos genios y otros unos cachafaces sin remedio
(defiendan los intereses de quien sea). Y un cargo es un título de nobleza
que otorga sapiencia a quien no la tenía, y derechos para avasallar a quienes
han quedado detrás.
Eso es, básicamente, lo que pasa con el empleado judicial o
funcionario que se deja atrapar en el fabuloso mundo del guión.
Por eso yo tengo mi clip verde. Aquél con el que mi
viejo tenía atrapadas todas las copias de las resoluciones que distintos jueces
habían emitido, diciéndole sí o no al pago de algún retroactivo de su jubilación
que nunca cobró. Esas resoluciones a las que mi viejo, sin ser abogado, les encontró
una y mil fallas, y de las que decía “Imaginate el pobre tipo que realmente
necesita cobrar este retroactivo y le escriben esto, se mata”.
Por eso, ese día me llevé el clip verde. Para no
olvidarme nunca que, aunque muchos se crean reyes o reinas, o tan grosos como un
alfil, o tan fuertes como caballos de guerra, o imbatibles como torres, o tan
chiquitos como un peón; esto está muy pero muy lejos de ser un juego.
"Si ustedes trabajaran acá, se darían cuenta qué tan rápido los empleados y funcionarios judiciales se olvidan de los demás"...
ResponderBorrarEl párrafo que contiene esta frase su-bli-me es lo que marca a mi entender el relato!
"SE OLVIDAN DE LOS DEMÁS"... cuando esos "demás" son por los que laburan y por los que eligieron su trabajo que es un laburo de servicio. Bueno... al menos debería ser así, ya sabemos que no sucede con frecuencia.
De todos modos que haya un grupo, aunque sean minoría, que tengan siempre presente el "clip verde" ya es una esperanza para todos.
Por algo es verde... lo pensaste? todo tiene que ver con todo.
Buen relato!!