martes, 25 de junio de 2013

El peso de la justicia federal

POR RAFAEL ELÍA

Un Juzgado Federal. Sí. Un Juzgado Criminal y Correccional Federal. 

Con lo que eso significa: recursos, edificios coquetos, gente elegante y linda, autos importantes estacionados, todo eso y un poco más.

La historia es sencilla. Una empleada del juzgado estaba notificándole a un imputado en una causa de una organización internacional vinculada al narcotráfico a gran escala y advirtió que no sabía leer. La casualidad quiso que apareciera justo en mesa de entradas un abogado a quien en el momento de aportar su DNI para cooperar con la notificación; se le cayó un papel en el que tenía el número de CBU de un importante allegado a un funcionario nacional por una licitación de una empresa extranjera y a partir de ello, en cuestión de minutos, se originó una gran investigación de corrupción que involucró a un grupo de sectores poderosos.

¿Están realmente prestando atención? ¿No les hablé de un juzgado federal? Olvidemos Hollywood. Esto es América del Sur, bien al sur.

Alrededor del mediodía; ocurrió el problema del imputado que no sabía leer y la búsqueda del testigo. La causa era, como no podía ser de otra manera, algún problema con el registro de automotor y el certificado 08, un billete de cien pesos falso o la erradicación de numeración de un arma (nunca voy a olvidar la cara de desazón de mis hermanas, el día que les conté realmente qué tipo de causas tramitábamos).

En esa época, pedíamos siempre al bar de “Cacho” que quedaba a la vuelta. Todos los días nos traía el delivery un pibe, de unos veinte años, lo recuerdo bastante callado. 

Ese día, llegó al juzgado y tuvo mala suerte. Siempre tenés mala suerte si caíste en un juzgado federal (en algunos más que otros). 

A alguno se le ocurrió pedirle el DNI para que saliera de testigo y el pibe accedió. A decir verdad, mucha opción no tenía.

Nunca imaginó el ojo entrenado de los empleados del fuero mas especial de todos.

Dentro de la oficina, mientras el pibe esperaba afuera de la mesa -tenían prohibido entrar a la secretaría- uno que pasaba por ahí, agarró el documento, lo analizó en un segundo y concluyó: Es falso.

El DNI es falso, afirmó y se lo llevó a la secretaria, en quien inevitablemente encontraría eco favorable.

Los demás nos quedamos mirando, nos sorprendió un poco. Si no recuerdo mal, el documento estaba un poco estropeado, como si lo hubieran lavado.

Y con la velocidad con la que actúa la justicia, comenzó una discusión: no de qué correspondía hacer, sino de cómo correspondía hacer lo que inevitablemente había que hacer, esto es, detenerlo por su flagrante delito.

Se llamó a los custodios, que comenzaron a diagramar el pseudo operativo, se avisó al secretario de la otra Secretaría que estaba de turno y en ese lapso pasaron diez, quince minutos.

El pibe en la mesa, o se le enfriaban los pedidos o tenía que seguir repartiendo o advirtió algún movimiento poco discreto de la revolución emocional que se había generado en el juzgado con la posibilidad de jugar un rato al policía y al ladrón.

Y se dio cuenta. Se ve que calle no le faltaba. Reaccionó, salió corriendo, bajó la escalera y se dio a la fuga rápidamente por la calle lateral.

Desde la ventana pude ver como lo seguía de atrás el policía acomodando su panza en el cinturón.

No lo alcanzó. 

Igual, su DNI falso había quedado ahí e incluso se había fugado! Ganarle, sería cuestión de tiempo…

Tiempo judicial, claro. En la repartija de sorteos dentro de las secretarías del mismo juzgado, así como la garantía del “Secretario natural”; los testimonios del episodio le llegaron a un secretario un poco más centrado o medido.

Se discutió durante un tiempo si había que allanarlo y mandarlo a detener. Para peor habían descubierto que el pibe tenía una causa por tenencia simple de estupefacientes en otro juzgado. Mientras duró la disputa “actuarial” la causa siguió tramitando.

El tema fue perdiendo interés.

Hasta que alguien comentó durante el almuerzo, meses después, que los peritos habían determinado que el DNI era verdadero. Todos siguieron como si nada.
Un juzgado federal. Efectivamente, un juzgado criminal y correccional federal.

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