sábado, 13 de julio de 2013

EL CLIP VERDE

Por EL SADE

Entré, saludé, me puse la corbata, me senté, y miré, siguiendo automáticamente, y a la perfección, ese ritual con el que fui guionado hace varios años. Porque si hay algo que no se espera de un empleado judicial es la improvisación. Salirse del guión no solo pone en riesgo al aventurero que se embarque en esa misión. Apartarse de las líneas de conducta puede hacer tambalear a todo el sistema.

Como venía contando, miré. Miré y noté. Noté y desesperé. Miré otra vez y pregunté a los gritos. ¿El clip verde? ¿Quién carajo tiene mi clip verde? No obtuve respuesta. Quisiera decir que alguien se hizo de eco de mi preocupación pero no. ¿A quien carajo le puede interesar un clip verde? A mí.

Busqué, revolví basura, abrí expedientes uno por uno y los repasé hoja por hoja. Vacié cajones, míos y ajenos. Pregunté, interrogué, y finalmente supliqué. Ni noticias del clip verde.

Pasadas las horas me puse con lo mío y, ya sin mi talismán, hice menos justicia que nunca. Me olvidé de la gente que se encontraba detrás de los expedientes. Pasé al olvido esa sapiencia de que un penal es el lugar más horrible del mundo, al que solo tendrían que ir los que hicieron las atrocidades más horribles. Puse parámetros inalcanzables para quienes quisieran justificar su inocencia.

Y cuando casi terminaba el día, lo ví. Ahí colgadito al borde del abismo. Me acerqué despacio a la ventana, y antes de que un viento medio traicionero lo llevara al olvido, lo pude agarrar. ¿Qué carajo hacía ahí? Tal vez estaba tratando de volver al mundo del que lo secuestré. No lo sé.

Pero con solo tocarlo todas las fuerzas del talismán volvieron a mí. Rompí las barbaridades que había escrito, y las cambié por otras mucho más sensatas. Menos racionales y más emocionales. Me salí del guión, una y otra vez, sin temor y sabiendo que estaba en lo correcto.

Tomé el clip verde y, para evitar futuras sorpresas, lo pegué con cinta a la foto de mi familia que estaba arriba del escritorio.

No, no, no estoy loco. Si ustedes trabajaran acá, se darían cuenta qué tan rápido los empleados y funcionarios judiciales se olvidan de los demás. Un expediente es un número, un preso una cosa, una víctima un “se lo buscó”, algunos abogados unos genios y otros unos cachafaces sin remedio (defiendan los intereses de quien sea). Y un cargo es un título de nobleza que otorga sapiencia a quien no la tenía, y derechos para avasallar a quienes han quedado detrás. 

Eso es, básicamente, lo que pasa con el empleado judicial o funcionario que se deja atrapar en el fabuloso mundo del guión.

Por eso yo tengo mi clip verde. Aquél con el que mi viejo tenía atrapadas todas las copias de las resoluciones que distintos jueces habían emitido, diciéndole sí o no al pago de algún retroactivo de su jubilación que nunca cobró. Esas resoluciones a las que mi viejo, sin ser abogado, les encontró una y mil fallas, y de las que decía “Imaginate el pobre tipo que realmente necesita cobrar este retroactivo y le escriben esto, se mata”.

Por eso, ese día me llevé el clip verde. Para no olvidarme nunca que, aunque muchos se crean reyes o reinas, o tan grosos como un alfil, o tan fuertes como caballos de guerra, o imbatibles como torres, o tan chiquitos como un peón; esto está muy pero muy lejos de ser un juego.

1 comentario:

  1. "Si ustedes trabajaran acá, se darían cuenta qué tan rápido los empleados y funcionarios judiciales se olvidan de los demás"...
    El párrafo que contiene esta frase su-bli-me es lo que marca a mi entender el relato!
    "SE OLVIDAN DE LOS DEMÁS"... cuando esos "demás" son por los que laburan y por los que eligieron su trabajo que es un laburo de servicio. Bueno... al menos debería ser así, ya sabemos que no sucede con frecuencia.
    De todos modos que haya un grupo, aunque sean minoría, que tengan siempre presente el "clip verde" ya es una esperanza para todos.
    Por algo es verde... lo pensaste? todo tiene que ver con todo.
    Buen relato!!

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