jueves, 15 de mayo de 2014

H.M, historias, como tantas otras.


Por Sandra Saidman
(Agregado del Editor: 
jueza excepcional, amiga y compañera 
en la empresa reductora del poder punitivo)


Al avisarme de la detención, el oficial a cargo me informó que el muchacho, de 20 años, vivía en Corrientes, que había venido a ver a su madre por el fin de semana, que había provocado desórdenes en la casa y que al ingresar el personal policial le sacaron una soga con la que, aparentemente, había intentado suicidarse colgándose de un árbol en el patio. Que estaba “descontrolado”, “muy agresivo”; que la madre les había dicho que siempre hacía estos problemas cuando venía de visita. “El muchacho no es normal” dijo el oficial. 

En la provincia no se cuenta con equipos de salud mental que acudan ante estos hechos urgentes y la única respuesta que da el Estado es el Código de Faltas y una celda de comisaría. Era ya de noche, se dispuso que a primera hora de la mañana lo trajeran al juzgado.

A la mañana siguiente, lo primero que me dijo al entrar, mientras giraba la cabeza observando la oficina fue:”¡qué lindo lugar señora!”. Le pregunté como lo había tratado la policía, me dijo que bien, que había conversado mucho con ellos pero que tenía hambre, no había comido nada el día anterior. Le dimos pan y mientras comía, tomamos unos mates y conversamos.

No terminó la escuela primaria, noté que era inmaduro para su edad; había sido detenido en otras dos oportunidades, pero “por falta no más”. Me dijo que estaba viviendo con una tía en Corrientes y que allí trabajaba en una cooperativa. Que venía los fines de semana a ver a su mamá y a sus hermanos porque los extrañaba.

Sobre el hecho de la noche anterior dijo que no era cierto de que se haya querido matar, que con esa soga había querido atar al perro que le había comido el “guisito” que estaba preparando con fuego para su mamá y sus hermanitos y que se había enojado por eso, nada más.

Era verborrágico, me contó que tiene 7 hermanos; que 4 ya son grandes, que casi no los ve y que los otros 3, dos nenas de 12 y 8 y el más chico de 6 viven con su mamá. Y que su mamá también cuida al hijo de una de sus hermanas porque ella está juntada con un hombre que no quiere al nene. Que al venir el día anterior de Corrientes no había encontrado a su mamá en la casita; que fue a buscarla a la casa del padrastro y que cuando llegó, desde la vereda, escuchó que su hermanita de 12 lloraba; que entró rápido y que se la encontró desesperada escapando de su padrastro. Que la agarró, la sacó de ahí y fueron hasta la casa de su mamá, que para ese entonces ya había regresado.

Le pregunté si le había contado el hecho a su mamá; me dijo que si, pero también que esta era una “historia vieja”. Que ya “el juzgado le había sacado sus tres hermanos” a su mamá. Y después de estar viviendo los chicos en 2 hogares, durante más de un año, “el juzgado se los devolvió” sólo cuando su mamá dejó al padrastro.

“Lo que pasa señora es que él le ayuda con plata a mi mamá”; ella cobra un plan y trabaja en una casa pero paga el alquiler del terrenito donde está el rancho y no le alcanza. “Mi mamá nunca pudo vivir feliz” dijo, se le cayeron unas lágrimas, se las secó con al buzo que tenía en la mano. Me contó que su mamá antes “trabajaba por la plata” y que ahora ya no hace eso porque está cansada. Que todas las parejas que tuvo siempre le pegaron y a ellos también; que le sacaban la plata que ganaba y que ellos siempre “la pasaron mal viendo así a su mamá”, que tuvieron muchas veces hambre y muchos días durmieron “de prestado”.

Los ocho hermanos tienen el apellido de la mamá.

Muy entusiasmado me contó que la madre lo había ido a ver a la comisaría a la noche y que le dijo que se iba a ir con él y sus hermanitos a Corrientes. Preguntó cuando iba salir; le contenté que inmediatamente. Se puso contento y se entusiasmó aún más, tenía que ir pronto a Corrientes a buscar un lugar para que viviera su mamá, sus tres hermanos y su sobrinito.

Son historias, como tantas otras, historias de una vulnerabilidad extrema. Historias que son absorvidas por el sistema judicial que queda perplejo e impotente ante semejante desprotección.

H.M es un pibe honesto, es buena gente. Es sensible y está profundamente comprometido con su familia; quiere algo mejor para su mamá y sus hermanos. Viene de una familia vapuleada por la marginalidad, por la desprotección absoluta y la única respuesta que le viene a dar ahora el mismo Estado que abandonó ya a su madre, es una causa judicial. Es sencillamente una ironía, una respuesta desproporcional y que en nada puede contribuir a mejorar la situación de H.M y su familia.

Historias......

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